Por ahí me ponía a llorar
al no tenerme en quien refugiar
y mi corazón no sabía que contestar
hasta que volví a caminar.
Y encontré cariño extraño
que nadie me había dado.
Un daño me dió un fracaso
pero, ya es parte del pasado.
Ahora sigo paso a paso
caminando por la vereda
tratando de no tropezar
con la experiencia que deja.
Pidiendo a la fuerza del viento
que se lleve todos los tiestos
y que de todo lo que fue eso
sólo lo recuerde como añejo.
De Los Ángeles
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