Quisiera tanto
que estés conmigo,
por lo menos, que
supieras que existo.
Si te dejaras amar
y estar conmigo,
charlando por
cualquier sitio.
Pero todavía no estás
y sólo hago peticionar;
voy de aquí para allá,
a trabajar para olvidar.
Aún no vienes,
aún no estás
y ya he entrado
a dudar de que
llegues a estar.
Capaz que tenga
que esperar,
pero ya no sé
que pensar.
Ya no siento nada,
nadie mueve la montaña,
quieta y sola viaja
mi joven alma.
Como siempre solitaria,
a la espera de nada,
porque de su corcel
un príncipe no clama.
No hay hada madrina,
ni ratones y calabaza;
y no existen las doce
para quedarse descalza.
De Los Ángeles
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